Todo decanta en tu amor, y en mi dolor.


Este fin de semana hallé la playa de los recuerdos. Llegué caminando despacio, pensando en tantas cosas de la vida que me marcan con cicatrices profundas que duelen tanto, y me encontré en un lugar solitario, mágico, increíble. Podía ver la espuma del mar revoltoso y sonoro, jugando con el viento, en un trois de menage con los rayos del sol más limpio y brillante que he visto en mis años de vida. Unas gaviotas volaban uniformemente surcando el cielo celeste. Las rocas brindaban el lugar perfecto para sentarse a reflexionar. Una escalera herrumbrada bajaba desde un camino solitario que se perdía subiendo entre los médanos. Un cartel gigante, tallado en madera antigua y fuerte rezaba “el mar cambia la vida”.

Por tanto, mojé mis pies en la blanca espuma de la orilla y deseé que cambiara mi vida. Pronto los recuerdos empezaron a bajar por la escalera. Recuerdos de un pasado muy pasado. Recuerdos de un futuro muy futuro. Mis amigos caminando con sus hijos de la mano. Los abrazos de un viejo amor. El pelo suave de mi abuelo sacudido por el viento.  Los llantos de una rubia amiga. Las cervezas con ella. Los besos robados al tiempo. Tus ojos sonriendo a una niña de rulos.


Seguí caminando mar adentro y las olas me golpeaban en este amor que me consume por dentro. Que me arrastra. Que me envuelve. Que me supera. 

Siempre vuelvo a vos. 


Quise animarme a pedir otro deseo. Anhelé con todas mis fuerzas que ese mar se llevara los recuerdos que tengo con vos.



No lo hizo.

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