Que yo cambie no es extraño.

Van corriendo dulces y cristalinas hacia la gran extensión. 
No saben por qué ni cómo, pero la necesidad de ser algo más, las llama.
Las hermanas sonrientes las abrazan, y forman olas sabrosas, sin saber de dónde salió sal. 
La intensidad del oleaje y ese sazón increíble las llena, las une, las identifica.
El cambio llega, y se sienten livianas y libres de sal, volando hacia Eso que es todo y nada. Eso que las mira con un ojo dorado y otro plateado. Eso que las estrella.
Se condensan, se aman, se rozan, se agoldonan.
Y antes de que se den cuenta, están cayendo.
Caen copiosas. Caen melodiosas. Caen dejando olorcito a tierra y mojada, y van. 
Van corriendo dulces y cristalinas hacia la gran extensión. 
Siempre acaba y vuelve a comenzar... ¿Es que acaso tiene principio y final?

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