El laberinto del destino no se puede predecir.

Anoche soñé con vos. Estabas sentado en la primera fila en la butaca del medio, mirando absorto una obra teatral que representaba a una pareja muy feliz y enamorada, que demasiado pronto echaba todo a perder por los errores tontos que se cometen en esta vida. No sé qué pensabas. Tal vez sólo mirabas. O tal vez intentabas comprender si las cosas se daban porque sí o si es que es una cuestión del destino. Yo estaba con un grupo de personas, genéricas, todas iguales quizás, sin un atisbo de luz. Pero te miraba y sentía como si mi propia sangre llevara la esencia del amor y de la felicidad y las hiciera recorrer burbujeantes, por todo mi cuerpo. Incluso tenía esa sensación de deja vù, una sensación rara como si te conociera de toda la vida, y al mismo tiempo te viera por primera vez. De repente te paraste y te acercaste a donde estábamos nosotros. Tus ojos se clavaron en los míos y supe instantáneamente que estabas sintiendo lo mismo que yo. No era la primera vez que esos ojos se encontraban y al mismo tiempo así lo parecía. Por algo es que te encantan mis ojos y a mí los tuyos. Saludaste a los que estaban conmigo y nos presentaron… Y fue mágico. La chica que en mi sueño era yo sentía que estaba conociendo al amor de su vida. Pero mi propio corazón, el de carne (o el que abandonaste, ya no lo sé), saltaba, mientras mis brazos abrazaban fuertemente la almohada. Porque estaba teniendo lo que todo el mundo desea: Una segunda oportunidad, la posibilidad de empezar de cero. Podría demostrarte lo que te quiero, darte lo que soy y lo que tengo, y hacerte notar, una vez más, que bien podía ser lo que siempre buscaste.

Demostrarte todo eso fue mi obsesión estos últimos meses, y no sirvió de nada. Anoche en cambio estabas ahí para mí. Haciendo que mariposas nuevas y mariposas conocidas revolotearan por mi cuerpo. ¿Habré soñado nuestro encuentro en una vida anterior? ¿O en una futura? ¿Estaremos destinados a estar juntos? ¿O a encontrarnos, amarnos intensamente, darle al otro lo que estaba buscando y luego separarnos por las circunstancias de nuestra vida? Peor aún: ¿Estamos destinados a estar juntos, pero estamos dejando que lo más ínfimo nos separe? ¿O armamos nuestra vida de manera que cuando nos encontremos no se nos permita amarnos durante mucho tiempo?
Tal vez estamos destinados a ser una estrella fugaz, iluminando momentáneamente la vida del otro y concediendo un deseo. O quizás no teníamos que cruzarnos y nos escapamos durante un breve momento de las garras del destino, y nos amamos como viviendo la vida de otras personas, hasta que el río del destino nos encontró en nuestro rincón de amor, sonrisas, música y libertad y nos encauzó nuevamente.

¿Estamos destinados? O mejor: ¿Existe tal cosa como el destino? No dejo de pensar que no te busqué, que no te quería en mi vida, hasta que te encontré. Te encontré, te gané y te perdí. Y hoy mi vida no recuerda cómo era antes de que llegaras a ella.

Hoy no estás, pero anoche te tuve de nuevo conmigo. El día trajo su gris realidad. El sol se levantó en un esplendor de fuego sobre las olas del mar, pero mis persianas están bajas, mis luces apagadas, mis brazos alrededor de la almohada y mi cabeza bajo las mantas, intentando recuperar aquel sueño en el que te tuve conmigo. Sonriendo sinceramente como esa tarde en que nos conocimos después de días y días de desearnos. El mundo de mis sueños. En el que te instalaste aquella tarde, con aquella sonrisa. No muy lejos en el tiempo, no muy lejos en el espacio, pero sí muy lejos de la realidad actual... Dejame ir tranquila al mundo de mis sueños donde estás igualito, igualito a aquella tarde feliz. ¿Cuál es sueño y cuál es realidad al fin y al cabo?

Tarde soñada
Sueños tardíos.

Comentarios