División y disertación de mi yo.

‘Tengo frío’ dijiste, mientras tus pensamientos revoloteaban en torno a Él.
‘Abrigate’ te respondió ese conjunto de átomos tan lejano, sentado a dos metros o menos, tan indiferente.
Y vos sólo podés pensar en que Él te hubiese dado un abrazo, un abrigo, un beso, una sonrisa. Hubiese hecho todo lo posible porque ya no pasaras frío. No pasaras frío nunca más seguramente.  Vos sólo podés pensar en Él.

El día pasa rutinario, sin grandes sobresaltos o imprevistos. Pero en tu cabeza no ves la hora de estar con Él. Creás excusas para verlo. Querés enseñarle juegos. Soñás con leer apoyada en su regazo. Querés escucharlo hablar de grandes verdades, o de simples pavadas. Lo ves sonreír. Sentís el roce de sus manos en tu piel. Y sus besos en tus párpados. Querés caminar tomada de su mano y charlar como si la vida fuera un minuto eterno. Querés romperte la cabeza estudiando para un final tirada en su cama. Querés pasar tu día con Él sin tener que dar explicaciones, sin tener que pensar en nada más. Darías muchas horas de tu vida por una sola con Él.

Esos días que soñás son robados de un cuento de Disney. Pertenecen a la vida de alguien más. No es bueno vivir alimentándose de los sueños, lo sabés. Y sin embargo, como el adicto, no podés vivir sin tu droga, y cuando tenés un minuto libre, lo dedicás a soñar despierta. Porque a lo largo del día y de la semana, es la única forma de no sentirte sola, de no sentir que estás muy lejos de Él.

Y ese conjunto de átomos con forma de hombre que ves todos los días, que no se da cuenta de que estás a su lado, en dolor, desarmándote por dentro, viviendo una vida que no es la que querés vivir, y soñando una vida que debería ser tuya; ese hombre te roba minutos de felicidad, te roba la confianza en vos misma, te roba el ánimo de cambiar las cosas, te roba la posibilidad de vivir la vida que soñás junto al hombre que necesitás.

Yo hoy te pregunto: ¿hasta cuándo?

Pienso que es como si estuvieras ocupando el lugar de otra persona, robándole a Él minutos de felicidad con alguien mejor que vos y aunque no lo quieras ver, le hacés lo mismo a ese otro hombre. Los sueños, sueños son. Y por cumplir un standard mínimo de los tuyos, probablemente estés arruinando los de ellos dos. Te vuelvo a preguntar ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo vas a permitir que lo que sientan estos, lo que piensen ellos y lo que digan aquellos te detenga? ¿Hasta cuándo vas a tener miedo de estirar tu mano y tomar lo que debería ser tuyo, lo que al menos  hoy te haría feliz?

Llegó la noche y no querés ir a dormir. Leés, apagás la luz, suspirás, la volvés a prender, agarrás la computadora, apagás la luz. Ponés una película con el volumen bajito. Te distrae. Suspirás. Apagás la computadora. Tomás el celular, reproductor en random. Das dos vueltas en la cama, acomodás la almohada. Suspirás. Apagás la música y prendés la luz, tomás un trago de agua y apagás la luz. El indiferente, estúpido, insoportable conjunto de átomos te empieza a gritar, y tal vez tenga razón, pero no se da cuenta, no sabe darse cuenta, de que no es lo que necesitabas para conciliar el sueño.

Y tus pensamientos vuelven a Él –vamos, sabés que nunca se movieron de ahí-. 
Y lo ves  dándote un abrazo, y jugando con tu cabello. Y probablemente se queda dormido, pero  al menor movimiento tuyo, se despierta y te da un beso enorme con cara de culpable semidormido.
Algo habrá en sus átomos que se llevan tan bien con los tuyos. Nada que ver con el otro.
¿Por qué no ser feliz con Él?

El ‘conjunto de átomos con forma de hombre’ está molesto. Dejá de disertar con vos misma y dormite de una vez.
Querés tener a otra persona a tu lado, no vas a ser ni la primera, ni la última mujer en sentirte así. 
Te levantás a cerrar la canilla que otra vez dejó abierta, a pesar de que le dijiste que eso hace que no puedas dormir. Das otra vuelta en la cama, suspirás. Y soñás despierta, mientras pasás a soñar dormida. Pero nunca dejás de desear que esos sueños mágicos se hagan realidad.


Tengo todo excepto a ti.
Pero nunca quiero dejar de soñar que vas a ser para mí...

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