Hilos.

Hace mucho que no escribo. Por lo general eso significa que va todo bien. O puede significar muchas cosas (como que no tengo internet en casa), porque nada es unicausal. La cuestión es que hoy es un día gris. La lluvia me empapó. El bolso chorrea agua y el último libro que me regalaste se mojó en la puntita y casi se arruina la dedicatoria. Tengo la ropa mojada, las medias mojadas, el alma mojada. Y todo eso, o nada de eso, o un poquito de eso, me lleva a escribir.

Estaba pensando en el bondi (gran lugar de meditación, como la ducha o la cama), que las personas que nos marcan se quedan atadas a nosotros con hilitos. Hilitos elásticos que se estiran se estiran se estiran, hasta que ¡paf! O se cortan (en teoría)o se vuelven a su lugar. Una carta, un abrazo, una foto, un reencuentro directo (en mi caso, también sueños) con la persona nos trae y nos recuerda toda esa conexión, esa marca, ese algo que nos unía. A veces sale para la mona, obvio. Hace un tiempo me escribió mi primer novio. No sé para qué, pero charlamos un rato y recordamos algunas cosas. Luego empezamos a hablar de nuestras vidas actuales y el tipo huyó despavorido “porque no era la misma dulce niña que él conoció alguna vez”  (de más está decir que yo tenía 16 años cuando nos conocimos). Ahora la mina le salió con sus ideas zurdas, hippies y revolucianarias. Chau. Se cortó. Ponele.

Pero otras veces puede salir bien… Supongo. Alguien que me diga.


Lo que resalto de estos hilitos, es que no sé si alguna vez se cortan. Porque si bien comparto la idea (progre) de que “soy un ser entero, NADIE me completa”, sí creo que cuando quedamos unidos a alguien, esa unión permanece. Olvidada en algún rincón, quizás, con los hilos gastados, hechos un bollo (a lo cable de auricular), sucios o con telarañas, pero están. Y no importa si un reencuentro (o varios) “sale MAL”. La unión estuvo y va a estar siempre. Por eso perdono, por eso no guardo rencor. Por eso amo. Y amo tantísimo. Y, a veces, extraño. A mi amiga del alma, al que me enseñó matemática, a mi amiga rubia, al que me engañó, al ex de mi mejor amigo, a mi viejo, a la compañera que me trató mal, a mi hermano cuando era chiquito, a mi profe, a mis primas, a la amiga que se fue a Buenos Aires.

Otras veces, intento no recordar. O la vida pasa. Los hilitos siempre están. No me ordenan la vida, no me obligan a comportarme de ninguna manera, no me hacen títere. Me acompañan. Quizás a veces me tironean un poco. Pero me gusta pensar que, de algún modo, también están tironeando del otro lado, y esa persona se acuerda de mi. O no, ¿y?.

Que nuestra unión sea por siempre. Porque estos hilitos me hacen bien.

Comentarios

Publicar un comentario