Sanar.

La Muñeca del Corazón Partido se levantó en la mañana del día fatídico con las imágenes de ese sueño tan horrible todavía en la retina. Imposible confiar, imposible dejar atrás. Cada intento terminaba en un callejón sin salida, con un Muro de los lamentos en todo lo que abarcaba la vista, con alambre de espinas y electrificado, como si hiciera falta. Decide llamarlo, escuchar su voz. Que fuera una voz diferente a la de su sueño. Que la tranquilizara, que le hiciera mimos al Corazón Partido. En el sueño esa voz lastimaba como cuchillas de doble filo a toda velocidad, amenazado con terminar de romper ese Corazón que no se sabía cuánto más iba a durar. En la vida real, esa voz la llenaba de amor y de esperanza, la invitaba a seguir el día como la vida lo presenta. Con altibajos. Con horas largas, estiradas que no pasan. Con minutos cortos que querés que duren años.
Pero sabía. Sabía que estaba en medio de un proceso extraño. Que él rompía su corazón porque era parte de su crecimiento, de su aprendizaje. Dos años habían demostrado que el hombre es un animal de costumbres, y de cambios. De adaptaciones. Por momentos era el Amor de su Vida. El único capaz de hacerla feliz. El único capaz de hacerle sentir que realmente tenía un corazón. Por el latía. Latía con fuerza. Cuando lo veía. Cuando la miraba. Cuando la hacía sentir una Muñeca especial entre una góndola llena de muñecas. En un mercado lleno de góndolas. En un mundo lleno de mercados. Mamushkas dentro de mamushkas. Y ella era de otro color. Con su corazón partido y todo. Tenía detalles que nadie más tenía. En otros momentos era capaz de tener su corazón en una mano y de todos modos cerrar los puños con fuerza, haciéndolo añicos.
Sabía que él rompía su Corazón porque la amaba. Y porque peleaba por quedarse con ella. Peleaba contra sus propios yo, que son los enemigos más fuertes, más difíciles de  vencer. Que conocen  nuestros movimientos, porque son propios. Que conocen nuestra defensa, y cada punto débil. No hay forma de fortificarse. No hay forma de generar una emboscada. Hay que seguir peleando. Y él, con su sonrisa, con su mirada, con su amor, la hacía sentir que realmente la quería seguir peleando.

¿Cómo no seguir adelante? ¿Cómo no dar más oportunidades? La Muñeca del Corazón Partido sabía que lo mejor estaba más adelante. Cuando uno sabe quién es el otro. Cuando uno conoce las reacciones, los gustos, las formas. Cuando lo ideal no es lo idealizado si no lo correcto. Cuando lo indicado no es lo esperado si no lo que sucede. La Muñeca del Corazón Partido sabía que su Corazón podía sanar. E iba a seguir peleando por ello.

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