Carta.

Como persona acostumbrada a ser la heroína, sonrisas y todo amor, me cuesta ser la mala en tu película. Supongo que a veces me golpea como la tormenta estival en mi ventana. Soy la villana, bruja malvada, que se llevó la esencia de tu ser.
¿Sabés cómo lo sé? Porque él también es la esencia de mi ser. Tiene ese no-sé-qué en la mirada, o quizás en su forma de sonreír. Te hace sentir especial, única. Y no es sólo ser importante para él. Es como si fueras mágica para todo el mundo.
Caminar en el polvo de esta Tierra a su lado es como caminar por pétalos de rosas. Sos la reina de corazones. Sos el verano que todo el mundo espera. Sos alegría y misterio. Sos polvo de hadas y crema del cielo. Él te hace sentir que sos lo mejor que le pasó en la vida. Y que lo completas, como vos sentís que te completa. Que tiene lo que te falta. Que comprende esos rincones de vos misma que son incomprensibles para los demás. Él es mi vida misma y dejé todo al margen, en compás de espera, para hacer que me amara como yo lo amo a él.
Sólo con él me siento segura. Cuando lo veo feliz soy feliz. No soporto ver sus lágrimas sin llorar abrazada a sus piernas. Cada uno de sus lunares está grabado en mi retina. Cada una de sus huellas dactilares me quema cada centímetro de piel. Verlo al final del día es lo único que me anima a enfrentar el día siguiente. Verlo irse a la mañana temprano es desear que pase el día rápido. Abrazarlo cada vez que puedo. No querer pestañear cuando lo tengo en frente, para no perderme nada. Contarle cómo me siento sin miedo a ser juzgada. “¿Estás bien, amor?” cuando empiezo con mis caras de angustia. Es the ultimate man. El que siempre está ahí.
En definitiva, en algún punto cercano, o remoto, nos encontramos. Nuestros motivos de vivir se chocan en el espacio-tiempo. Lamento que no se hayan podido dar la mano. El abismo es infinito.  Pero en algún universo paralelo, somos amigas. Y salimos de tacos altos, olvidadas del amor, a putanear por ahí. En otro somos enemigas acérrimas, como en un lejano oeste “no hay sitio para las dos”. Tan grandes, tan geniales. En este no sé qué somos. La culpa no me deja odiarte.  Me robé algo. Lo primero que me robo en mi vida. Pero es tan preciado en mi mundo, que no estoy dispuesta a dejarlo ir.
Adiós, compañera, no me odies.
La Reina Blanca.

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