Equivocada

El sol se esconde al final de noviembre. Pega la vuelta manzana y yo voy con él. Me aburro. Tengo miedo. Ya no sé. No quiero nada, quiero cerveza. Y una mano me saca a bailar.
De todo. Mil cosas. Contradicción. No esperaba encontrarte ahí. Qué va, no esperaba encontrarte jamás. Un amigo, compañero, parteneur. Sexo, birra, sonrisa, atardecer.
La vida cumple deseos de velitas de cumpleaños, de monedas en fuentes, de antepasados. Y al fin comprendemos que igual el amor no es Disney, es trabajo por hacer. Es creer y crear y aprender y enseñar; es crecer. 
Y contarte mis secretos más oscuros, y mirarte sanarlos uno a uno. Y pedirte pavadas y mimos y sentirte crecer y aprender y enseñar, y vivir y creer y crear.
No quiero ni puedo parar de girar, me falta el aire. Es diciembre, una vuelta completa (y un poco más) de esta Tierra pasó. El sol no se esconde más, sale, con todo, gozándome que hoy brilla más que yo, que tiene más fuerzas que yo para atraparte en su magnetismo, para encandilarte. Mi sonrisa ya no es lo más hermoso a tus ojos, hay más cosas por experimentar que despertarte conmigo en la mañana. Y yo.. yo no quiero ni puedo vivir sin tu droga, cuando no estás, me falta más de una mitad. Eras lo que necesitaba todos estos años oscuros. Y hoy ya no necesito nada.
Es mirarte a los ojos y sonreír, como derretir. Y sonreír y derretir el resto de mi vida. Comprender que crecí para vos y querer cuidarte para siempre.
No pido más a esta vida amarreta, que con vos se pasó en generosa. Evidentemente, si uno no busca nada en este laberinto sin caminos, las orillas del mar traen más de lo que nunca, nunca jamás, se me hubiera ocurrido soñar. No te vayas. No me dejes. Te amo.

Regrésame el alma, el aire y la calma. Devuélveme la mitad de mí.

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