Esto es por la conversación de recién.

Si la vida fuera tan fácil
como decidir quién nos hace bien
y quién no
(sin puntos intermedios
sin mentiras-verdades
sin "tal vez"),
y acertáramos siempre,
te hubiese entregado mi corazón el primer día.
No, el segundo.
Y mi vida.
Y mi sonrisa.
Pero ni la vida es tan fácil.
Ni la gente es todo luz
o absoluta oscuridad.
Y aún, más te digo: yo nunca acierto.
Por eso son los grises lo que me desarma.
Esas áreas indefinidas de la vida.
De las personas.
Del tiempo.
Del mundo.
No sé manejarlas
y no sé manejarme frente a ellas.

No todo puede ser o blanco o negro.
Pero lo que es enteramente gris
me asusta demasiado.

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