Hijos. Madres. Ya ni sé.
Si algún día tengo una hija le voy a decir:
“Estudiá
fotografía o locución, o lo que sea que te parezca un hobby. Estudiá música, o
lo que quieras, pero hasta que deje de parecer divertido, después no sigas.
Cantá. Cantá fuerte. Cantá todo el día. Hasta que molestes hasta a los vecinos.
Viajá mucho, conocé todo lo que quieras conocer. No te prives de ir a ningún
lado. Que no te frene algo tan frío, vil, y vacuo como el dinero. Que te lleven
dos ruedas, cuatro ruedas, ocho ruedas, o dos piernas es lo mismo.Y probá
comidas raras. Leé mucho. Leé todo. Todos los estilos, todos los escritores, de
todas las edades y para todas las edades. Encaprichate con todos los que se te
crucen, si querés, pero dejá el Amor para alguien (o alguienes, obvio) importante
(s, obvio). Y no te permitas vivir situaciones que te “desenamoren”, sé lo
suficientemente fuerte como para frenarlas vos misma. Vas a aprender a
distinguir entre los desenamoramientos inevitables y los que no los son. No me
hagas caso ni siquiera a mí, porque yo fui una salame a tu edad y a todas las
edades. Lo sigo siendo. Escuchate y hacete caso a vos misma, que aunque los
demás no se den cuenta, es tu vida, y cuando se trate sólo de vos misma,
siempre vas tener razón, porque nadie
más vivió lo que viviste, nadie más vivirá lo que vas a vivir, nadie más está
en tu cabeza. Creé en Dios, porque es imposible no creer en Él. Pero no les
hagas caso a los que te vendan estampitas, o cruces, o polleras, o papelitos. Creé que está con
vos y que si hacés Bien, todo vuelve. No
podés adoptar a todos los chicos que están en la calle. No podés alimentar a
todos los perritos que andan en la ruta (creeme, yo quería hacer las dos
cosas), pero no pases por al lado de cualquiera de ellos con indiferencia. No
les hacés bien a ellos, y no te hacés ningún bien a vos misma. No mientas. La
mentira es fea. No te voy a decir, como decían las viejas cuando yo tenía tu
edad “la mentira tiene patas cortas”, porque hasta eso es mentira, conozco
mentiras con patas muuuuy largas (y además sabés que odio todos los dichos de
viejas). No mientas porque no es necesario, porque no está bueno, porque duele,
y porque te hace mal a vos misma, te divide y te carcome por dentro. Podés contar conmigo siempre, aún en las cosas
que te parecen más imperdonables, esas que creés que los oídos maternos no
deberían escuchar jamás. Creeme, esas cosas no existen. Quiero que sepas (y
entiendas y te grabes y recuerdes) que
siempre te voy a escuchar, siempre te voy a creer, siempre voy a intentar
ayudarte, siempre te voy a querer. Este
vínculo no lo pueden romper estupideces que uno dice, o se calla, o hace, o
deshace. Es un vínculo más allá de eso. Un vínculo que está hecho de la misma
esencia que sos vos, que es la misma esencia que soy yo ¿cómo se va romper con
estupideces?. No te quiero aburrir más, hija. Quiero que salgas a la vida con
una sonrisa. Eso, sonreí. A la gente le gusta ver sonrisas, y vas a recibir
tantas de vuelta que no vas a poder parar de sonreír. Y detenete en cada detalle.
En un bebé riéndose, en el silencio de una biblioteca, en los colores de una
enredadera silvestre, en las siluetas
que forman las nubes, en la fuerza que irradia un atardecer, en el olor del
pasto recién cortado, en el sabor del chocolate, en las mariposas de un primer beso especial. Sonreí,
sonreí, sonreí. Yo me quedo acá,
esperando las novedades, haciendo cosas de viejas (no tan viejas, che), y
pensando en todo lo que me hubiera gustado que me dijera mi mamá (y que nunca pudo ser)”.
Por eso nunca voy a tener hijos, ¡porque sería una terrible
madre!
Discrepo totalmente con la última oración.
ResponderEliminarBajo ningún concepto serías una terrible madre.
Ni siquiera serías una mala madre.
Serías una gran madre, estoy seguro. :)