Lluvia.

Hola ¿Cómo estás? Te escribo sentada frente a la ventana. Estoy acá, sí, viendo la lluvia caer. Plaf, plaf, plaf, muy aburrido. Cada tanto pasa alguna persona, apurada, mirando hacia abajo, intentando llegar a su destino con la menor cantidad de agua encima posible. Y están los que pasan en autos. Algunos completamente tranquilos, ajenos al día gris y a la lluvia torrencial; y otros nerviosos, aferrados al volante como si fuera un salvavidas, con la cara puro ojos, mirando todo, atentos. Y todo eso lo veo acá sentada, aburrida, gris.

Y pienso. Pienso que hicimos todo mal. Pero es como si ese "hacer todo mal" era la única forma correcta de hacerlo. Podría intentar explicar la existencia de la humanidad mediante el camino que recorren las gotitas que se pegan al vidrio de mi ventana. Algunas se aferran, otras caen sin más; pero eso ya lo hizo un genio, cuando le tocó hacerlo, ¿qué podría hacer yo, en comparación con él? Pero sí puedo hablarte de por qué el cielo gris me recuerda a vos. Por qué las gotas que caen en el piso me recuerdan a vos, y las que golpetean en mi ventana, y el ruido que hacen, y el frío que entra, y la condensación de mi respiración, y las nubes que se arremolinan, el viento que sopla, y cómo cada segundo del día, me recuerda que no estás acá. Bum. Que tus brazos no me rodean. Bum. Que tu calor no me abriga. Bum.

Quisiera... Quisiera... AY, Quisiera..! Pero no, no es así, no es tan fácil, no puede ser así.
Y mientras miro la lluvia caer, pienso en la infinita cantidad de cosas que me demuestran que sos mi sol. Iluminás mis días, sonrosás mis mejillas, despertás mi sonrisa, hacés brillar mis ojos, traés color a mi gris monótono.

Amor, si siendo mi sol, no estás conmigo, veo este día gris y nostálgico y no puedo dejar de pensar en que si no vas a estar conmigo, te pido al menos que te asomes, porque necesito observar esa ofrenda de paz entre los días de sol y los días de tormenta.

Ya es hora. Ya es hora de que yo también pueda ver el arco iris.

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