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Mostrando entradas de junio, 2018

Yo te saqué un día de allí.

Te ayudé a olvidar lo que te hacía mal. Te regalé tardes en la arena. Noches de luna llena frente al mar. Y me encadené. Te abracé siempre que lo pediste. Te regalé mis noches de viernes. Sabor amargo de la cerveza. Y me encadené. Te esperé todo lo que necesitaste. Te regalé mis canciones de amor. Me crecieron mil manos para acariciarte. Y me encadené. Te cuidé de vos mismo. Te regalé mi amor en una cama. Lágrimas de quererte y no quererme. Y me encadené. Te sostuve cuando te sentías caer. Te regalé mi sonrisa con ojos y boca. Hacerte saber cuánto podés valer. Y me encadené. Te enseñé todo lo que sabía. Te regalé mi tiempo en un reloj de arena. “Enamorate tranquila”, me dijo. Y me enamoré.

Ciclos que nunca se escribirán.

Todavía me acuerdo del día en que te conocí. El color de tu suéter, haciendo juego con el mar de tus ojos. Tu sonrisa iluminando el barcito de mala muerte. Tu voz vibrando en carcajadas que reverberaban en el espacio pequeño y cerrado. Miré a mi amiga y le dije “ese”. Algo que jamás haría. Que no es parte de mi historicidad. Locuras que hace una en una noche de alcohol, con clichés y hedonismos posmodernistas incluidos. Mi amiga no pensaba acercarse, y no estaba en mis planes tampoco, así que seguimos tomando y charlando. Lo gracioso fue que te acercaste vos. Lo demás es historia, de otro capítulo, de otro libro. Quizás tenga un final, o no: aún no se escribió. Te estoy mirando acercarte con mi Branca en una mano y el celu en otro.

Punto de vista (microrrelato).

Caminaba por un túnel oscuro repleto de gente que avanzaba como sin vida hacia el mismo lugar. Pero Él iba a contramano. Le sonrió, le guiñó un ojo, y la rozó suavemente al pasar. Nunca supo si estaba soñando o si Ella era el sueño de alguien más.