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Mostrando entradas de febrero, 2018

¿Dónde estás, corazón?

No busco a alguien. Quizás a mí misma. No busco algo material. Quizás un lugar donde sentarme y llorar. Me preguntaron dónde está mi corazón. Y la verdad es que no sé. Soy una mina que siempre le puso corazón a todo. Corazón a la vida. Corazón a los vínculos. Corazón al hogar. Corazón al laburo. Corazón al estudio. Corazón a lo que no tiene corazón. Y hoy que no tengo nada, ¿dónde está mi corazón? ¿Estará por ahí? Por las dudas te pido que te fijes, ahí cerquita tuyo, a ver si lo encontrás. Quizás escondido en un rincón, o silbando en una esquina haciendo como que no pasa nada. Si lo encontrás medio rotito, ponele una curita y regalale una sonrisa. Te juro que no necesita mucho más para empezar a sanar. Y en cuanto lo veas que va mejorando, me lo mandás para casa nomás. O si querés te lo quedás, ahí pegadito al tuyo. Yo mientras le sigo buscando un lugar adentro de todo este lío que soy.  Y vamos viendo.

Cuando la noche es más oscura...

Algunas veces te sentás frente a una hoja en blanco y las palabras brotan solas, como hormiguitas que saben su camino de memoria, sintiendo el aroma de sus compañeras. Pero otras veces hay que pensar seriamente en lo que uno quiere decir (sabiendo siempre que el que lee puede entender cualquier cosa), poniendo la meta en sacar lo que una tiene adentro. Sean hormiguitas o elefantes. Hace semanas que estoy triste y que estoy intentando escribir lo que siento. Lo que lloro. Lo que pienso. Lo que imagino. Lo que vivo. Pero el teclado se me resiste. La hoja se queda blanca, vacía, impoluta, vacua, sin sentido. Como un espejo. Como otra yo. Hoy, por algún motivo de este extraño destino sin mapas, sin candados, sin caminos; las palabras fluyen, se anudan, se encuentran, se abrazan, se aman en un instante de frenesí y delirio, como si fuera la primera y la última vez. Quiero frenar el torrente de frases y recuerdos que vienen a torturarme para salir. Decirles que no me da el